Los días de lluvia

Comenzó a oír los truenos a lo lejos, como si él la estuviese llamando a través de la tormenta. Todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo la arrastraban hasta la puerta. Miró por la ventana y ya no pudo contenerse más, se puso su sudadera, la que se había dejado allí antes de marcharse. Sentía que aún olía a él, como si la estuviese abrazando, como si fuese otra señal más. Volvió a sonar un trueno, una nueva llamada. No puedo aguantar más.
Salió a la calle y comenzó a correr, sin saber muy bien a dónde, pero tenía que correr, empaparse bajo la tormenta. Los días de lluvia siempre pasan cosas buenas. Hoy tenía que ocurrir algo, tenía el presentimiento de que por fin acabaría su sufrimiento. Quizá hoy también terminase su vida. 
El cielo se oscureció un poco más, envolviéndola con su manto oscuro para que nadie pudiese verla; la tormenta se hizo más fuerte y rugía a su alrededor como un león enjaulado para que nadie pudiese oírla... para que ella no pudiese escuchar sus propios pensamientos. No podía dejar de correr, la ciudad se iba alejando poco a poco y ella se iba internando en lo más profundo del monte, corriendo, con las gotas de lluvia navegando por su pelo. Sintió cómo las fuerzas la iban abandonando conforme la tormenta iba avanzando, ya apenas sentía su propia respiración, el latido de su corazón, solo podía pensar en él. Más rápido, tenía que correr más rápido, no podía parar, solo tenía que correr rápido hasta que tropezó y cayó al suelo, sin fuerzas para levantarse. Todo había acabado hacía mucho tiempo, en un día soleado, y ni siquiera la tormenta podría traerle de nuevo. 
Alguien la levantó del suelo y apartó los cabellos mojados que se le habían pegado a la cara. No podía ser, allí estaban sus ojos de nuevo. Lo miró, como quien mira a un fantasma, y sin poder contenerse, comenzó a llorar, a aferrarse a su olor que la rodeaba, a sus brazos que la abrazaban. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que había estado corriendo hacia él todo el rato, hacia aquel sitio que una vez compartieron. Dibujó la silueta de sus labios con los dedos. Pensó que había muerto hasta que, finalmente, escuchó su voz:
-Algo me dijo que te encontraría aquí... Siempre lo dijiste, ¿recuerdas? Los días de lluvia siempre pasan cosas buenas

Déjame

Déjame vaciar un instante tu mente,
llenarla de sensaciones simplemente, 
para que desaparezca el miedo
que te atemoriza y te esconde. 

Déjame lavar tus labios 
arrancar las palabras vacías 
convertirlas en miles de pedazos, 
que solo queden inocencias. 

Déjame, en esta oscura noche, 
llenar tu pecho del calor de mis besos,
mostrarte la desnudez de mi amor puro, 
enseñarte que aún en la soledad
mi ser sigue siendo tuyo. 

El descenso

Descendí  hasta el fondo oscuro
intentando encontrar el principio
de las voces que guiaban mi camino,
de los seres que dibujaban mi sino.

Solo me rodeaba la oscuridad
susurrandome palabras sin sentido,
llevandome a la locura
de morir sin haber vivido.

Llegué al fondo de mi ser,
a las entrañas de mi corazón corrompido,
y vi que allí
todo estaba vivo.

Vuela

Vuela, explora un mundo nuevo
descubre sus ocultos misterios
y de sus encantos embriágate,
tienes el alma del guerrero,
tienes el poder del conquistador.

En tu  mirada se oculta la fuerza,
en tu pecho se oculta el valor,
no pienses más en lo que dejas,
enséñales la extraña grandeza
que guardas en tus profundos adentros.

Vuela, cumple todo tus sueños,
yo te espero en el fondo del abismo,
en nuestro pequeño rincón.
Vuela, no tengas miedo,
yo te espero en tus recuerdos.

No tengas miedo

Recorre cada rincón de mi cuerpo,
empápate de mi dulce esencia
mientras me envuelves con tu calor.

Bésame durante toda la noche,
fundámonos en un solo ser
para ascender a lo más alto,
acariciemos las estrellas
con la fragancia de nuestros besos.

Déjame mostrarte con todo mi ser
en la intimidad de mi oscuro deseo
de qué  están hechos los sueños.

La falsa moneda

Se acercó lentamente hacia el cuerpo inerte para intentar examinarlo, ignorando las arcadas que le subían por la garganta al contemplar las muñecas mutiladas. Cuando un poeta renuncia a su esencia, a la expresión de su ser, y se entrega a trabajos mundanos surgen profesionales como él. 
Lo primero que se le vino a la mente cuando vio a aquella joven tirada en la cama fueron unos versos de alguna vieja canción olvidada: "Gitanta que tú serás... como la falsa moneda, que de en mano en mano va y ninguno se la queda". Pensó en la historia que habría tras aquellos ojos sin vida y aquellas muñecas que se habían tornado ríos de liberación granate. Se imaginó una vida desdichada que había vagado de unos brazos a otros buscando un cariño que ya no existía, como el que relataban las viejas novelas, por el que se podían hacer grandes locuras. Se imaginó un torbellino lleno de ilusión por conquistar el mundo que había sido engañado y, finalmente, atrapado en esa vieja mancebía de la que no había podido escapar... ¿Cuál sería la historia detrás de aquellos cabellos azabaches?¿Qué habría atormentados esos ojos del color de la hierbabuena? 
Se acercó un poco más a ella y, sin poder evitarlo, acarició su pelo y sus mejillas y una lágrima escapó de sus ojos al pensar en la vida que habrían reflejado. Se enamoró de ella, de la fragilidad que reflejaba su cuerpo frío y ya sin vida y deseó haber podido evitarle el sufrimiento y el dolor, haber podido abrazarla y susurrar entre los mechones de su pelo que todo iba ir bien y que él podía protegerla. Ya era demasiado tarde. 

"No hay duda. La joven se ha suicidado. Pueden levantar el cuerpo"

Su propia voz le resultó extraña, como si no fuese suya sino de un ser insensible que era capaz de hablar de un alma frágil como si solo fuese un trozo de carne, como si siempre lo hubiese sido. Quizá así fue. Quizá antes de poder tener conciencia de que estaba viva ya había muerto y solo había esperado hasta hoy para poner fin a su recipiente. 
Suspiró profundamente, se quitó los guantes y dejó a sus espaldas la vieja habitación del burdel donde había muerto lo que, en su imaginación, había sido un ángel. Se encendió un cigarrillo y comenzó a alejarse de aquel lugar, rodeado por las demás meretrices curiosas, sin escrúpulos, que sólo buscaban una nueva historia para las mañanas de decadencia. El mundo había  muerto hacía años, cuando ya no se buscaba amor sino el simple roce de los cuerpos, cuando se despreciaron los sentimientos y las caricias y se le dio valor a trozos de papel impreso y monedas frías. Terminó su colilla y la tiró nada más salir de aquellos pasillos laberínticos. Salió al frío cortante de la calle, comenzó a alejarse de aquel lugar y fue difuminando en su mente la imagen del cuerpo, de la sangre, del vacío... mañana sería un nuevo día. 

El último instante

Un instante de presión
y comienza a escapar todo de mí, 
fluye sobre mis manos,
solo puedo pensar en ti. 

Unos momentos de fluidez
y comienzo a no distinguir
aquello que me envuelve,
comienza a caer la eterna noche. 

Todo comienza a perder su nitidez, 
todo empieza a desaparecer, 
yo caigo en el sueño eterno, 
ya solo permanece un sentimiento. 

Un solo ser

Con la caricia de sus dedos
despierta mi fuego interno, 
despiertan mis sentidos
y vuelvo a sentir en mí la vida. 

Con el roce de sus labios
conecta nuestra alma, 
vuelven a reunirse los pedazos
del ser que al nacer 
en dos cuerpos fue separado. 

Con la unión de nuestros cuerpos
nos fundimos en uno de nuevo, 
yo me voy perdiendo en sus ojos, 
y él me hace suya por completo. 

Lo único que queda

Vi cómo arrancaron las tiras de su piel, llevándose con ellas la alegría. Vi cómo la golpearon hasta que no quedó en su mente un pensamiento alegre que le hiciese luchar por su vida. Ella estaba completamente perdida, había caído presa de un mundo que la golpeaba con su cruel realidad y sus verdades que rasgaban su carne como cuchillas, había caído presa en un mundo que no era el suyo, en un mundo que no perdona las ilusiones o las fantasías, que no reconoce ya ningún sentimiento bello y que está dominado por papeles impresos.
Recuerdo la primera vez que la vi. Estaba inclinada sobre una pequeña flor, sonriendo... Nunca antes había visto a nadie pararse a mirar una flor. La contemplé como quien encuentra un montón de lingotes de oro en medio de la calle, como esperando a que alguien llegue y los coja. Me acerqué y no puede evitar desear conocerla, saber quién era aquel extraño ser, de dónde había surgido, que me explicase por qué hay que mirar las flores... Jamás la entendí y no estoy seguro de que alguna vez quisiera hacerlo, solo quería estar ahí cuando todo acabase, porque sabía que alguien como ella tendría un final temprano. Fue simplemente un momento de paz en medio de la rutina, una pacífica noche en medio de tanta claridad. Era una persona única camuflada entre una multitud. Recuerdo su sonrisa triste en los días de lluvia, su manía de abrazarse a sí misma cuando algo la asustaba... Fue una de esas personas que en unos días cambió toda mi vida. Al principio simplemente la observaba pero poco a poco me fue atrapando, fue despertando en mí la curiosidad de la inocencia, hacía que todo fuese nuevo.
Me dijo que buscaba a alguien pero nunca me dijo a quién y antes de que pudiese descubrirlo ya la habían condenado, como a cualquiera que se escapaba del control establecido. Ella iba a ser destrozada, para que no quedase nada de su ser, nada que invitase a ser libre o a soñar. Aún hoy sigo creyendo que su único delito fue amar todo aquello que la rodeaba. El amor estaba prohibido desde hacía demasiado tiempo y no podían arriesgarse a que alguien más lo experimentase.
Le arrancaron cada uno de los cabellos de su pelo, que recordaban al movimiento de las hojas de los árboles mecidas por el viento; aplastaron cada uno de sus huesos; quemaron cada una de sus esperanzas... Ya apenas podía reconocerla cuando, con el último aliento de vida, sonrió y entonces comprendí todo lo que había intentado decirme todo este tiempo: nadie podría impedir que amase... nadie podría arrebatarle la esperanza.

Primera tormenta del invierno

Se oculta el sol, 
se expande el silencio,
estalla el trueno. 

太陽セット、
沈黙は、拡大します
雷が爆発。

Eclipse

Te odio con la misma intensidad que te quiero, 
por llevarte mi vida y destrozarla en pedazos,
por traerle la felicidad con solo una caricia. 

Fuiste la luz que destrozó mi oscuridad, 
el sol que ciega y aparta su mirada de la luna,
que quedó abandonada en la noche
esperando silenciosa ver a su Endimion
que se olvidó de su eterna promesa. 

Te odio con la misma intensidad que te quiero
y no puedo dejar de desear que desaparezcas
y no puedo dejar de desear que permanezcas... 
Oscura noche,
llena de melancolía
sueños contigo. 

暗い夜 、
憂鬱のフル
あなたと夢。

A veces...

A veces soy una pequeña parte del viento,
una hoja arrastrada por el mundo
sin destino ni rumbo.

A veces soy una pequeña parte del desierto,
un granito de arena entre un millón
insignificante y desconocido.

A veces soy una pequeña parte de la tormenta,
una gota cayendo al abismo
que nada más nacer ya conoce su sino.

Tormenta de verano

La muñequita
observa la tormenta
mientras se abanica.

人形
観測された嵐
ファニングながら。

El sueño del viento

De un salto desperté en la cuna del viento,
era hija de una corriente que se elevaba
y me llevaba a contemplar
de un muerto el nacimiento.

Flotaba entre brisas con distintos sabores
que del miedo, del amor, de los sueños, hablaban,
y que me llevaban a algún lugar del oscuro cielo.

Soy la hija abandonada de la luna,
que en las noches más oscuras quiere ser aire,
aire en movimiento que libera e impulsa
a seguir amando aquello que detesto.

Caí en el abismo de los sueños rotos,
desperté de nuevo presa de la tierra,
que lo mismo que mata alimenta,
presa de la gravedad que nos retiene,
y cerré los ojos para soñar de nuevo
que era la niña perdida del viento.

Una nueva mirada

Hacía ya tiempo que todo había dejado de importar, de tener sentido. Ella ya sólo se movía por los impulsos de su cuerpo que hacían que las heridas doliesen un poco menos. El dolor se había hecho parte de su ser, un viejo compañero que la seguía allá a donde fuese para que sintiese que aún seguía viva, porque si podía sentir cualquier cosa, aunque sólo fuese dolor, es que lo estaba. Sentía distintos tipos de dolor a lo largo del día pero siempre intentaba mitigarlos de algún modo y llegó un momento en el que se dio cuenta de que siempre lo había sentido, desde que nació había estado con ella y había hecho cosas para que desapareciese pero, por fin, había conseguido aceptarlo como parte de ella, como aceptaba la longitud de sus piernas, el color de sus ojos, la forma de sus senos... 

Hay personas que son capaces de despertar el amor de los demás, que lo atraen, destrozando todo a su paso sin que haya ningún motivo especial para ello, simplemente son amadas por aquellos que las conocen. Ella, sin embargo, es de esas personas que buscan el amor de una forma incansable pero que nunca consiguen conservarlo. Una vez rozó el amor más puro con la punta de sus dedos, lo sintió llenando todo su ser y, como una estrella fugaz, se fue. Era feliz en medio de su dolor cuando pensaba que había conseguido tenerlo aunque ya no estuviese con ella, no todo el mundo consigue amar como ella había amado... Nadie más podría amar como ella había amado. 

Le gustaba leer las tardes de invierno en las que hacía frío, era una de las cosas que aliviaban su dolor. También tenía la manía de salir a pasear al campo los días en los que el sol se negaba a aparecer, y caminar y escribir el cúmulo de tonterías que le venían a la mente. A veces lloraba por los versos que había traído al mundo porque sabía que jamás serían amados ni apreciados, eran palabras presas de un papel blanco. Pero lo que más le gustaba, lo que más anestesiaba su dolor y le permitía dibujar alguna sonrisa, era bailar los días de lluvia. Cuando olía cómo las gotas comenzaban a caer en la ciudad, mientras todo el mundo corría en busca de refugio, ella salía a la calle y bailaba con la música sonando en su cabeza. Sentía cómo las gotas arrancaban el dolor de su piel y le permitían ser un ser puro durante unos instantes, mientras ella bailaba sin que nadie comprendiese el porqué. Y fue en un día de lluvia cuando unos ojos volvieron a posarse sobre su cuerpo, mirando cómo la lluvia camuflaba sus lágrimas y aliviaba el dolor mientras giraba en medio de una calle ya vacía. Aquel día unos ojos volvieron a enamorarse de su locura. 

Quisiera...

Quisiera tener tus ojos posados en mi espalda,
sentirlos acariciarme y empaparme de tu magia.

Me gustaría sentir el calor de tus labios
sobre mis labios sedientos de tu aliento,
sobre mis dedos dibujando su contorno.

Quisiera tener una porción de tus soñadores pensamientos,
ser un hada intrusa escondida en una ilusión,
una niña que durmiese en un pequeño rincón de tu corazón.

En algún lugar...

¿Sientes aún la lluvia empapar tu cara?
En aquellos tiempos de niñez te gustaba
bailar y bailar bajo la tormenta,
mientras todo el mundo nos miraba. 

¿Escuchas aún aquella canción en la noche?
En aquellos años de ilusión te encantaba
cantarla y reír en medio del silencio,
gritársela al viento cuando el alba despuntaba. 

¿Sueñas aún que eres del bosque un hada?
En aquellos días de tormenta me arrastrabas
a aquel triste arrollo donde nos sentábamos
y tus sueños me contabas. 

¿Sigues aún siendo mi dulce niña?
En nuestras calles ya no cae la lluvia,
en la noche ya no suena la música,
en el bosque ya no hay sueños... 
pero seguro que tú... en algún lugar lejano...
seguro que tú sigues siendo mi niña. 

A ti

Descarga sobre mí tu dolor
y ve en su busca.

Yo nací un día extraño
para llegar a encontrarte,
para ser una compañera de viaje.

Descarga sobre mí tus preocupaciones
y corre tras ella.

Yo sufriré un corazón maltrecho,
aliviaré con mi voz tus pensamientos
para ver una vez más tu sonrisa.

Descarga sobre mí tus temores
y bésala en los labios.

Yo seré tu fiel compañera
de penas y alegrías.
Sonreiré a tu lado en tus felices días,
enjugaré tu llanto en tus agonías.

Descarga sobre mí tus dudas
y dame un último abrazo
que me permita seguir con vida.

Sonríe

Sonríe cuando la lluvia empape tu cara,
deja que limpie tu dolor y tu alma.

Sonríe cuando el mar bañe tu cuerpo,
deja que borre las ocultas cicatrices de tu ser.

Sonríe cuando la luna ilumine tus ojos,
deja que espante los dolorosos sueños.

Sonríe cuando la oscuridad se apodere de tu mente,
deja que oculte los miedos que quieren corromperte.

Sonríe... sonríe cuando yo te mire,
porque cuando sonríes todo recupera su sentido.

El ascenso del ángel

El ángel se arrancó sus alas de terciopelo negro para dárselas. Era lo último que podía darle para que fuese feliz. Ya nada importaba, solo que ella fuese feliz. Miró el mundo en ruinas a su alrededor y eso le dio fuerzas para romper el último hueso que aún unía el ala a su cuerpo.
La creación perfecta era hoy el décimo círculo del infierno, por el que todos los inocentes han de pasar antes de ser condenados. Todo cuando habitaba en él estaba corrompido excepto ella. En la Tierra solo quedaba hambre y miseria, dolor y sufrimiento pero él conseguiría que su amor volase libre, descubriese el paraíso que no podía darle y que los dioses disfrutasen con su sonrisa. Quebró el último hueso y todo su mundo comenzó a romperse. Nunca más besaría sus labios de ambrosía, nunca más volaría a su lado... pero todo tenía sentido porque ella era ahora un ser divino, ella sería ahora feliz.
La vio volar, escapar de la muerte en vida que era vivir en la Tierra y, en su dolor, el ángel sintió paz. Ahora todo era como siempre debió haber sido. Cayó al suelo, sin fuerzas, y sonrió al pensar en su pequeña aeronauta. Por fin, había podido huir de su infierno.