Recuerdo de la monotonía

Cuando me cansé de jugar con aquel capricho, sentí su ausencia. Me di cuenta de que con las prisas de echarla de mi cama, no me había puesto a echarla de mi mente. Ella se había quedado allí, silenciosa... igual de silenciosa que cuando se ponía a leer un libro entre mis piernas mientras yo veía el partido. Se quedaba completamente quieta, como si la muerte ya la hubiese rozado con sus labios helados, a excepción de sus ojos verdes, que nadaban entre las palabras de aquellas páginas de segunda mano. Quizá debí regalarle algún libro nuevo de vez en cuando.
Cada mañana, cuando me despierto, veo las pegatinas que puso en mi estantería, con paisajes de los lugares a los que queríamos ir. ¿Cuándo dejó de gustarme escucharla divagar sobre cosas que sabíamos que nunca podríamos hacer? Solía tirarme horas escuchándola embobado, soñando con ella... pero poco a poco comenzó a molestarme, con solo escuchar una sola palabra suya, me enfadaba y le gritaba que callase. Ella solo me miraba y me pedía perdón. Quizá no debería haberle gritado, debería haberle explicado mi frustración.
Ella siempre estuvo a mi lado las noches que no podía dormir, las mañanas que me daba miedo salir, las tardes en las que lo odiaba todo... Siempre fue el objetivo de todos mis enfados, la que aguantaba toda mi cólera con cariño. Me sacaba de quicio que se quedase quieta, mirando cómo le gritaba y destrozaba sus cosas, sin decirme nada, con sus ojos sujetando cada una de las lágrimas que luchaban por salir. Quizá si ella hubiese chillado también, si me hubiese parado... yo habría descubierto entonces lo que ahora sé: no me tenía miedo, solo quería que me desahogase y me refugiase en ella.
Ahora, cada vez que me enfado conmigo mismo, como entonces, la extraño. Cada vez que necesito un abrazo, un beso, una sonrisa... la extraño. Por la mañana, cuando solo me espera la botella de vodka en el cuarto, la extraño. Quiero volver a ver su sonrisa, que alegra a todo aquel que la rodea; quiero escucharla cantar y decirle que lo hace fatal mientras la abrazo y me río. ¿Cuándo dejó de importarme su sonrisa? ¿Cuándo empecé a ignorar su sonrisa para empezar a soportar los desaires de la que solo fue un capricho?
Quiero volver a verla y decirle que aunque no me había dado cuenta, aún la amo.

Tu naturaleza

Enloquezco con el aroma
de las gotas del rocío
de tu esencia pura.

Muero con el sabor
del aroma del amanecer
de tus ojos dormidos.

Renazco con el sonido
de las flores del ocaso
de tu risa escondida.

Vivo con el color
del susurro del bosque
de tu cabello rebelde.

Habito en cada rincón
de tu ecosistema,
que sostiene mi existencia.