Al abrigo de la noche

Aquella noche la luna parecía brillar en todo su esplendor, como si las estrellas se hubiesen revestido con un traje de espejos para reflejar su luz y simular un noche diurna llena de misterio y, a su vez, de resplandor. Todo a su alrededor parecía dispuesto, sin embargo, a esconderlos de los cegados ojos del mundo para que pudieran recubrir de magia aquel momento tan suyo. Los árboles del parque habían acallado a sus pequeños habitantes que se asomaban expectantes tras las hojas ya casi marchitas, fundiéndolos con su color verdoso. Conforme se iban acercando la luna bajaba su intensidad y las juguetonas nubes arropaban a las estrellas tras su oscuro manto. 

Ambos habían llegado a la vida del otro por casualidad, por uno de esos juegos misteriosos del destino en el que, sin tener nada en común, los había reunido y los había hecho enloquecer. Ella era una muñequita herida, una niña perdida en un mar de dudas del que no era capaz de escapar. Él tenía el mundo a sus pies, dispuesto a combatir por sueños olvidados que habían invadido su ser, ignorante de los caprichos del corazón y de cuanto el ser humano pudiera sentir. Nada más verla supo que algo había cambiado y que ella... ella debía sonreír a su lado. 

Ella lo miraba de reojo, sin atreverse a levantar un instante los ojos por miedo a encontrarse con los suyos, por miedo a perderse dentro de aquel océano de sentimientos que encerraban. Él, en cambio, no podía apartar la mirada de su pelo sedoso, del rubor que comenzaba a colorear sus mejillas, de la respiración que se escapaba presurosa de sus labios... Se acercó un poco más, y sintió como si pudiese escuchar su corazón latir acelerado... Y levantó su cara para ver sus ojos del color de la hierbabuena y supo que ya no podía volver atrás... y posó sus labios sobre los de ella, como una caricia eterna... y todo cobró sentido mientras el mundo aún seguía su curso. 

2 comentarios:

Anónimo

Un primer párrafo hermosamente evocador.
Escribo estas líneas a modo de comentario y, como me viene ocurriendo -a mí, advenedizo en estas lides- no sé si serán intrusivas o inoportunas.
De cualquier modo, me despido deseándole, señorita, siempre vivas ilusiones.

Carmela Morales

Ten siempre la seguridad de que los comentarios constructivos serán siempre bien recibidos.
Muchas gracias por haberte parado un momento a leerme y por tu comentario.

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